4 de Diciembre de 1953
Hoy hace 60 años y en la memoria quedan recuerdos imborrables. Recuerdos de niño que no conoce el dolor salvo el que se produce en el cuerpo desprotegido ante un golpe, una caída. Pero aquél día se produjo un hecho que perduró en mí toda la vida. Jugaba con mis primos y otros amigos en Santo Domingo, lo que se estilaba entonces: canicas, chavos negros, fútbol. De repente hizo su aparición un coche Fiat precedido de una gran polvareda. Eran más los carros y las mulas que andaban por las calles que los autos, por eso aquél coche no pasó desapercibido. Un hombre joven salió del vehículo como una exhalación y se metió en casa. No recuerdo mucho más de ese momento. Luego, vinieron a por nosotros, los niños que jugábamos en Santo Domingo. Sollozos, lágrimas y personas mayores cogiéndonos de la mano. Seguramente nos llevaron a casa de otros familiares. Un avión Bristol bimotor, con una trentena de pasajeros que iba de Madrid a Bilbao, se estrelló en Somosierra, en el pico Cebollera, al n