R.I.P. EN LAS IGLESIAS
He estado en el tanatorio. Largas colas esperaban el turno para dar el pésame a la familia. Muchos amigos, conocidos y simpatizantes llegaron luciendo vestido morado y crespones negros en las solapas. Fue un gran día de duelo. También hubo lágrimas. Gente sentimental donde las haya no disimuló su pesar al acercarse a los afectados. Humedecidos pañuelos, abrazos efusivos y voces de aliento se convirtieron en ficticias coronas de duelo, mientras unas cintas magnificaban al difunto: ‘Al país que no volverás. Tus amigos’. Los últimos días del finado, su disimulado estado de embriaguez y cerebral anorexia presagiaban un desenlace inminente. Su equipo más próximo le proporcionó alimentación parenteral y respiración asistida. Y surtió su efecto, al menos hasta el momento de reunir a su camarilla para repartir cargos y prebendas conseguidas con promesas, nunca cumplidas. Pero anoche ya no pudo soportar más y expiró. Los más allegados acudieron a su sede