La batuta de plomo
Ya rompió la armonía el fogonazo monocorde y altivo, ya esparce de plomo el silencioso alar de las palomas. Se fue, desapareció el silbido terco del macoquero, los agazapados gorriones también callan sus xeus xeus, el graznar distante de los patos son callados por el potente monocorde. ¿Y la naturaleza? En el principio fue la armonía, esos sonidos que, bien dispuestos, el hombre los extrajo de la naturaleza para crear el pentagrama. Luego llegaron los genios que transformaron los signos y los devolvieron al viento. Pero unos hombres disfrazados de guerra y pertrechados de artilugios aun no silenciados, ungidos por el poder que alguien, no Dios, les concedió, crearon lo que ellos decidieron denominar caza deportiva. Y así es como el deporte de la caza con escopeta, origen de algunos males, se apoderó de la tierra para hacer de la naturaleza el paraje donde campar a su libre albedrío. Se apoderó del silencio, sus solfas están emborronadas de fogonazos y la gran orquesta ha re