24 de Octubre, San Rafael hace 60 años


No conocí la posguerra inmediata, los años de racionamiento de productos básicos: colas para conseguir comida, combustibles, desplazamientos. Hambre, miseria, angustia y estraperlo, trueque, dar lo que fuere para seguir subsistiendo. (“En la guerra hay vencedores y vencidos, los vencidos pasan hambre, los vencedores también la pasan”, creo que es de un poema de B. Brecht).Todo esto me contaba mi padre, que era médico, cuando yo empezaba a entender el por qué de las cosas.

La Seguridad Social se encontraba en plena adolescencia, abarcaba a unos cuantos trabajadores por cuenta ajena, la mayoría tenían cobertura sanitaria a través de compañías privadas o mutuas. En general, existía la llamada “iguala médica”, que consistía en una cuota que la familia pagaba al médico para que le asistiera todo el año la medicina hoy conocida como “de familia”.

Debo decir que la década de 1950 eran 4 ó 5 los médicos que cubrían toda la asistencia primaria en Ontinyent, aparte un traumatólogo con consulta diaria, un ginecólogo que se incorporó ya a finales de los años  50 y un pediatra a mitad de esa década; un dentista fijo y un otorrino un par de días por semana completaban el plantel médico de Ontinyent, creo recordar.

Eran muchas familias que se quedaban sin cobertura sanitaria, tenían que acudir al médico y, si podían, pagaban la asistencia.

Pero la percepción de agradecimiento con el médico, mi padre en este caso, se producía el día 24 de Octubre, San Rafael, el día de su santo. Muchas familias cultivaban la huerta y tenían en casa gallinas, pollos, conejos, palomos, de los cuales obtenían huevos y carne. Con estos animales, sus guisos, hortalizas y cualquier objeto que significara “gracias, muchísimas gracias” los pacientes suplían sus carencias monetarias.

La escasez de bienes y servicios pudo ser un motivo para comprender la importancia del valor que tienen cuando no abundan, de ahí que la donación y el regalo desinteresado se convirtieran en el leitmotiv de seguir contando con los donantes para lo que hiciera falta.


Para nosotros la familia del médico y para los pacientes satisfaciendo la deuda con objetos, aquéllos 24 de Octubre fueron durante algunos años, días felices por diferentes motivos, ya impresos en una memoria agradecida.

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