EL PODER CONTRA EL DEBER

 El Contrato de Alianza con Dios « Biblia amada   
     Algunas veces me he preguntado por qué dios no pacta conmigo un contrato, un convenio aceptado por las dos partes para mostrar que ambos podemos conseguir el fin propuesto y aceptado.

     Un contrato es un principio moral de compromiso, una forma de estar obligado a cumplir lo pactado, no defraudar a la otra parte. El contrato es el medio para alcanzar la perfección.

     Es tal la magnitud del contrato que de su cumplimiento están pendientes las leyes y las miradas del público expectante. Su incumplimiento por alguna de las partes está castigado por ley, además de ser denunciado por la sociedad, rechazado por los afectados.

    Hay contratos cuya validez está en la firma de un documento que contiene los términos pactados. Otros son sellados con el tradicional apretón de manos de las partes donde el honor y la confianza juegan papeles trascendentes. Pero los más son aceptados por una parte cuando la otra ofrece bienes escasos a precios definidos. A estos últimos pertenecen todas las acciones de aceptación de productos y servicios en venta: veo el precio y si me interesa lo compro.

Sabes realmente la relevancia que tiene la elaboración y firma de ...    Toda la meditación descrita viene al caso de la primera pregunta sobre la ausencia de contrato de dios conmigo, pues al fin y al cabo mi diálogo conmigo mismo tiene un compromiso moral, de aceptar unas reglas que el hombre ha creado según su cultura y civilización. En Occidente entendemos que nuestro compromiso es moral, hacer el bien o lo que la naturaleza nos enseña. Yo diría que el diálogo con Dios es más bien con mi próximo, el de mi lado, todas las personas que me alcanzan; mis acciones tienen un principio ético basado en lo que debo hacer y no en lo que puedo hacer, el primero es un principio moral que me impide, el segundo es la consecuencia de hacer por poder.

     En el primer grupo nos encontramos todos los mortales, los que pisamos tierra para movernos y desplazarnos por la faz de la supervivencia o el progreso. El segundo grupo es el reino de Leviatán, el dios de Hobbes que justifica el poder del Estado absoluto, el monstruo bíblico de poder descomunal.
El Estado como leviatán | El Independiente de Granada    El monstruo no se aviene a contratos ni pactos de palabra o apretón de manos, el monstruo no actúa según normas, improvisa para satisfacer su hambre, ejerce el poder porque puede y deja que otros lo ejerzan como simbiosis para provecho mutuo. 

     Es animal exento de temor, por eso puede imponer sus reglas, no existe contrato por interés de las partes, solo obliga y amenaza, por eso el hombre bajo su mandato está vacío de moral, no distingue el bien del mal, solo se guía por la ley del dueño y señor Leviatán. Es el concepto materialista del ser, la aniquilación de la razón, el sometimiento absoluto al poder: somos súbditos de los intereses del amo.

     Todo lo que tenemos que aceptar sin ser escuchados, todo aquello que estamos obligados a cumplir según la parte que impone, no es un contrato, no es el reconocimiento de que las partes somos seres obligados por un fin moral que debemos realizar, estamos sometidos a los intereses del amo Leviatán, aniquilados como personas dotadas de razón e independencia.

     Por eso es necesaria la defensa de nuestros principios individuales contra el gran estado social, principios basados en el deber y el interés mutuo, no en la imposición como principio para alcanzar los fines del Estado gigantesco.  

Comentarios

Entradas populares de este blog

Recuerdo del accidente ferroviario en Ontinyent

Chapas y Bicicletas