TRIGALES, CORNEZUELO Y ALUCINACIONES POLÍTICAS

No sé si conocen las sensaciones que produce caminar sobre un trigal en primavera, primero paseando, brazos a la altura de la cadera acariciando los bigotes de las espigas, luego trotando para sentir sobre la piel la dulce caricia de la brisa húmeda que emana de sus tallos. Es un gozo solo perceptible por el roce sobre manos, brazos y cara que altera el umbral de sensibilidad sobre la epidermis.

Es un paseo excitante, yo diría que en ocasiones alucinógeno, perturbador, cuando salía de paseo en el campo y me sumergía por campos de cereales, tan frecuentes entonces. Algunas veces me hacía despertar del letargo la aparición de manchas negras que se extendían en círculos y desprendían un polvillo que tiznaba, era el cornezuelo que aparecía en campos de límpida apariencia pero de toxicidad singular.

Pues esta mañana me he paseado por la prensa on line cuando la noticia que enlazo me recuerda mis paseos de juventud por espacios placenteros en apariencia pero que llegaban alcanzar efectos colaterales perniciosos, como lo que producía el cornezuelo.

Aún hay muchos potenciales votantes que se pasean como dulcineas por sembrados de apariencias, donde la razón queda destruida por los efectos malignos de los alcaloides del cornezuelo. Se adentran por trigales y centenos, adormecidos por sus sensaciones y antes de darse cuenta están secuestrados por la acción alucinógena de la dietilamina del ácido lisérgico, la LSD conocida por sus efectos transportadores de la realidad hacía paraísos inimaginados. Lo peor es que muchas de aquellas personas que la probaron acabaron en suicidios. Ese es el peligro, la pérdida inconsciente de la vida, por eso deberían tener cierto cuidado algunos de los que persisten en la imaginación perturbadora, sopesar el terreno que pisan para no acabar tiznados de la carbonilla del campo de cereal después del incendio.
Sólo uno de cada cuatro ciudadanos aprueba la gestión que el Gobierno ha hecho de la crisis de la covid-19.

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