La malnacida tormenta de piedra y agua


La semana pasada se produjo una gran tormenta que afectó sobre todo a los cultivos de hortalizas, árboles frutales, vides y olivo. En algunas zonas cayó piedra, en otras granizo mezclado con agua y en la mayoría solo agua, pero el denominador común fué la mucha lluvia caida en muy poco tiempo. Como muestra, en la Umbria, concretamente en la Casa Presencia medí 43 l/m2 en solo 1/2 hora, primero piedra, luego lluvia y siempre un gran vendaval, como un tornado.

Estas tormentas son malignas, por el mal que producen a la economía agrícola, y la lluvia tan repentina no le da tiempo a la tierra a tomarla como un riego, así que escurre por la superficie arrastrando tierra y piedras, destrozando muros, reventando márgenes, en fin, una desdicha.

Los seguros cubren una parte de los daños, pero más del 50 % de las reparaciones y de la pérdida de la producción salen del bolsillo del propietario. Este es uno de los problemas serios que el Estado no ha resuelto favorablemente para el afectado. No estoy pidiendo que me dé limosnas y subvenciones que palíen parte del daño, no. Lo que quiero es que el monopolio del seguro agrario que explota exclusivamente el Estado deje de serlo y permita a las compañías de seguros privadas ofrecer los mismos servicios que los del monopolio. O sea, que nos dé libertad para contratar el seguro agrario que cada agricultor prefiera.

De los cultivos que salen favorecidos por esta tormenta destaca el olivar, pues pronto comienza el engorde de la aceituna y el agua es muy importante para la producción y la calidad de aceite.

Hay que destacar que los pocos agricultores que han apostado por el cultivo del melón amarillo (meló d'or), tan afamado en otra época, han visto mermada la cosecha, imagino que además de la calidad. 

Estos son algunos de los sinsabores de la agricultura, pero en general es muy agradecida; aportando a los cultivares lo que piden en cada momento y siendo respetuosos con el medio (el agricultor puede dar lecciones de ecología) la tierra nos da los frutos del trabajo año tras año. Otro cantar son los precios, pero la satisfacción de obtener frutos después de todo un año de espera no se puede pagar con dinero.

PD.- La poesía de Miguel Hernández Andaluces de Jaén, musicada por Paco Ibáñez, tuvo especial eco en la Andalucía contestataria de finales de los años de 1960. Yo era un estudiante de la Universidad de Granada y muchos compañeros de facultad y de pensión eran hijos de olivareros. La cadencia de la canción pausada y rítmica, aporta fuerza moral al verso y el acompañamiento del público propicia un momento irresistible.  




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