Intermediarios a la picota


   
     He bajado a la frutería, me quedé sin fruta y una pieza por comida no la perdono. De paso, compré verduras para la guarnición.

     Aproveché la mañana para comprar un pantalón, camisa y americana, con su corbata, no faltaba más, todo bien conjuntado para la boda de un buen amigo. Ah, y un par de zapatos de los que se hacen notar. Y el regalo, ya saben, la transferencia de dinero a la cuenta de la pareja.

     Al pasar por la tienda de discos, vi en el escaparate el último CD de mi cantautor favorito, así que sin dudarlo, compré.

     Y el vino para la cena del sábado! He invitado a mi jefe y su señora y quiero sorprenderlos con un buen vino, así que en la vinoteca de la esquina disponen siempre de buenas ofertas de calidad.

     Son cosas que pasan a menudo a millones de personas. Sin dudarlo, nos acercamos a la tienda, supermercado, centro comercial, a satisfacer la necesidad y el capricho.

     Cada uno de los empresarios de esos comercios se ocupan de tener a nuestra disposición los productos que suponen vamos a comprar. A su vez, ellos compran a productores y mayoristas para que en un espacio reducido y cerca de casa, los consumidores encontremos lo que necesitamos.

     Mayoristas, distribuidores y comerciantes han creado unas estructuras en edificios, materiales, transporte y personas indispensables para dar satisfacción al consumidor. 

     Es impensable ir a una huerta a comprar ajos y acelgas, a un campo de frutas a comprar naranjas y a otro a por albaricoques, y peor todavía ir a la Rioja o a la Borgoña francesa a comprar 2 botellas de vino para satisfacer al jefe.

     Mayoristas, distribuidores, comerciantes, todos ellos son los intermediarios, esos malvados especuladores que lo único que pretenden es ganar dinero a base de subir el precio de los bienes y servicios que ofrecen. ¿Seguro?

     Importantes sectores de la sociedad, pero pocos, utilizan despectivamente el término intermediario para mostrar su ruindad, porque, dicen, quieren enriquecerse a costa del dinero de los demás. 

     "No es de la benevolencia del carnicero, panadero o cervecero de donde obtendremos nuestra cena, sino de su preocupación por sus propios intereses", decía Adam Smith en La riqueza de las naciones. Este principio de la economía tan básico, al parecer es desconocido por políticos, periodistas incluso intelectuales de otras materias. Claro está, su difusión produce confusión y opinión contraria a la realidad.

     Es bueno desarrollar ideas corrientes con argumentos sencillos, algo que echamos de menos en la vida de la cooperación y del progreso.  


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