LA LEY NO ES SINÓNIMO DE LIBERTAD

¡La Ley, convertida en instrumento de toda codicia, cuando debía ser su freno! Frédérich Bastiat. LA LEY
  Nos reuníamos en los sótanos de alguna librería, tras el estante que contenía libros viejos y apuntes tomados a mano, una especie de isleta en donde apenas cabíamos media docena en torno a una mesa y cajones de cerveza. Fue durante la última tiranía, en la década anterior a la desaparición, en la cama, del dictador.
Allí, salvados de la humedad y el frío entre anoracs y trencas, debatíamos acerca de una ilusión y una esperanza, la libertad. Cualquier cosa que nos librara de las pesadas cadenas que el sistema ejercía contra nuestros designios se le consideraba libertad. Estábamos convencidos que, igual que las leyes de entonces impedían su ejercicio, harían falta nuevas leyes que nos dieran la libertad añorada.
Y así llegó la transición, cuando el despertar de un pueblo legañoso y somnoliento apareció en las calles de la mano de diferentes siglas, estrellas polares que iban orientando al desorientado para conducirlo al terreno de los intereses que cada partido representaba.
De nuevo incurrimos en la creencia de que la plenitud individual llegaría con nuevas leyes: la Constitución con casi 200 artículos entre Títulos y Disposiciones, 17 Estatutos de Autonomía y los millones de páginas publicadas en el BOE desde entonces. Sin embargo, precisamente por esa desmedida en la publicación de leyes, normas, decretos y nombramientos, hace de nuestro Estado un monstruo capaz de inhibir cualquier intento de liberarnos de la represión desmedida consecuente a tanta disposición.
Pero la libertad no es la ley, al menos no es la desmesurada desproporción del orden social y de mercado puesto de relieve por el orden que aquélla ejerce sobre los individuos.
Lo cierto es que ni el dictador ni los gobiernos de nuestra democracia han puesto en valor la enseñanza de la libertad en la escuela, para que aprendan que la libertad es un bien, mejor, un derecho innato a los individuos, que nadie nos la puede usurpar, si no es porque hemos infligido la ley que garantiza la libertad de los demás.
Aquellos momentos de incertidumbre nos conducían a la oscuridad de un sótano cavernoso para desarrollar nuestro instinto liberalizador, sin embargo hoy los papeles del BOE tapan la luz y nos tienen perdidos en la oscuridad del día que nunca aparece.

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