La humana condición del arte

    
     No sé si vds se han dispuesto ante un público, en el proscenio, en el aula, con la batuta dirigiendo, o simplemente en la plaza. Con la lección aprendida y decidido a expresar de la mejor manera, aprovechando sus dotes, su estilo, con el estupor de la estética para ser convincente y con el humano sentimiento, condición anímica que aproxima desde la lejanía la exposición casi incomprensible.

     Con todas esas circunstancias convocamos para distraer y convencer. De nuestra gracia o don que nos ha dado el cielo (o la vida, que para el caso es lo mismo) surgirá un rasgo de espontaneidad personal que dará el carácter a la exposición.

     Para Juan Belmonte, torero de lo más grande que ha dado la tauromaquia, el estilo era el sentimiento que ponía en su 'faena'. 

     Sin embargo, para José Gómez, Joselito El Gallo, el toreo era inteligencia, esa gracia que se trae al mundo del toreo, en el que todo lo demás se aprende.

     Y para su hermano Rafael el Gallo, el toreo era estética, conjunción, belleza, sensibilidad.

     Acentúo las expresiones de los tres toreros para sonsacar su cualidad como la de cualquier persona que se ejercita, luce o fracasa ante un público crítico, alma en vilo, dispuesto a dejarse llevar por el estilo, con las útiles comunes a todos los mortales: inteligencia y sentimiento.

     Sin preciarlos con excesos, pero sin depreciarlos por sus acciones, los toreros someten su aprendizaje ante el público, como el actor o el conferenciante. La conjunción de trabajo duro, inteligencia, sentimiento y estética, concede la espiritualidad al tema que se expone, imprescindible para alcanzar el arte.

     Como espectadores tendremos nuestras preferencias, elegiremos el concierto de música a la conferencia de arte, a la obra de teatro, a la corrida de toros. Donde vayamos, allí estarán ellos, los 'actores', para ofrecer sus cualidades profesionales, humanas por supuesto.

     Olvidemos los ancestros y prejuicios, esos monstruos cegadores que impiden ver la profundidad del bosque que cobija todo el material humano, nutriente de nuestra inteligencia.

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