LIBERTAD, COSTUMBRE Y CORRECCIÓN POLÍTICA


Decir libertad es comprometerme con hacer lo que quiero en lo que es mío, mi propiedad, sin meterme en el terreno del otro. Si me comprometo, me hago responsable, soy sujeto del "deber".
Considero normal lo que veo a diario, o en repetidas ocasiones, lo haga yo u otro, es decir, lo que forma parte de mis circunstancias o entorno. Cierto es que lo que forma parte del entorno del otro quizás sea extraño para mí, pero es lo que acostumbra a hacer, por tanto entra en la esfera de su normalidad.
Hasta aquí, libertad, propiedad y costumbre son palabras que albergan conceptos enteramente asumibles por cualquier persona no adscrita a una moral prohibitiva.
Pero héteme aquí, en el patio de mi casa que representan las redes sociales, observando cómo se dicen las opiniones que cada cual decide, nada que objetar, para hacer comentarios abiertos o encubiertos de lo que me parece que está mal de los actos que otros realizan. Lo peor es que se critican con la intención de hacer presión para que se haga una ley que prohiba.
Y aquí es donde la intencionalidad adquiere visos de corrección política, de querer la ley que sancione lo que no gusta, no ya por el daño que pudiera hacer la libertad y la costumbre de los demás, que no lo hace, sino por satisfacer el ego de los promotores de la prohibición.
Me da la sensación que los abolicionistas de la libertad creen que el mundo empezó cuando ellos nacieron, no toleran actos que no son de su gusto, ni pensamientos que no comparten.
"Este tío de qué está hablando" dirán algunos. Pues mire de los animales, de los toreros y los toros, de los que toman a su hija en brazos y da unos lances a un añojo o un eral, de Rivera Ordóñez, de su abuelo Antonio y de su padre Francisco y de tantos toreros que consideran tan normal su costumbre.
"Esa no es manera de educar a un hijo" me dice el vecino del tercero izquierda. Así se dá comienzo a la petición de la ley que nos enseñe a educar a los hijos. Increible.

Comentarios

  1. Hace años que hemos entrado en una era imparable de prohibiciones. Todos quieren prohibir lo que a ellos no les gusta, y esto es muy parecido a la ley del Talion: Ojo por ojo y al final todos ciegos.

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