TEORÍA HELIOCÉNTRICA, NI MOROS NI CRISTIANOS
¡Válgame Dios! –dijo Sancho-. ¿No le dije yo a vuestra merced que mirase
bien lo que hacía, que no eran sino molinos de viento, y no lo podía ignorar
sino quien llevase otros tales en la cabeza? Don Quijote de la Mancha. Miguel de
Cervantes.
Es sabido o, al
menos a nadie debe extrañar, que la agricultura proporciona un considerable
número de gurús, sí, esas personas que se atreven a concluir tras observar un
fenómeno. Algunos dicen: “observo …, luego deduzco” haciendo compendio de la
máxima cartesiana “cogito ergo sum”. Las llamadas cabañuelas constituyen
terreno abonado para ejercitarse en la praxis deductiva.
He vivido
alrededor de la agricultura y la predicción del tiempo futuro ha sido y es la
esperanza de todo agricultor. Escuchaba con asombro los aventurados pronósticos,
de los cuales se tomaban decisiones acerca del mes que debía sembrar o del
acopio de Cobre si se pronosticaba un año húmedo.
El seguimiento de
los acontecimientos climáticos observando el transcurso de los días de Agosto
tuvo poco recorrido. Entendí que si “el hombre del tiempo” arriesgaba más allá
de los 3-4 días en la predicción muchas veces erraba, que el conocimiento es
sustancia natural del hombre y que la deducción es consecuencia de la
experimentación y de la estadística.
Lo expuesto no
resta consideración hacia la búsqueda del método que un grupo de personas
tratan de alcanzar. Es condición humana adentrarse en lo desconocido. Pero
observen que mientras las cabañuelas son la “consecuencia” de un día de lluvia,
viento, astros, la ciencia es descubrimiento, retirar los hechos entorno
nuestro para quedarnos solos con nuestra mente. “Concibo por obra de mi mente
un móvil lanzado sobre un plano horizontal y quitando todo impedimento”,
(Galileo Galilei, s.XVII) es decir un objeto imaginario en un plano ideal y sin
impedimentos, sin los hechos que modifiquen la trayectoria.
Este nuevo concepto
de buscar lo desconocido dio pié a la Edad Moderna y de la especulación sobre
acontecimientos y cosas se pasó a la imaginación y la observación como método
indiscutible de la ciencia.
Pasaron 400 años
desde que Galileo fue obligado a arrodillarse ante la Inquisición romana y
abjurar de la teoría copernicana. Aquella despreciable escena estuvo originada
no tanto por las reservas dogmáticas de la Iglesia, cuanto por intrigas menores
de grupos particulares.
Pues hoy, después
de cuatro siglos de búsqueda, de observación y de construcción, surgen
titulares como EL TRÁFICO AÉREO AGRAVA LA SEQUÍA EN ONTINYENT, como si la culpa
de secarse los manantiales o producir menos hortalizas o que se produzcan más
tormentas y más pedriscos en Ontinyent, la tuviere el tráfico aéreo, es decir,
el hombre.
De nuevo
retrocedemos en el tiempo para hacer de una creencia la sustancia de nuestro
deseo, pero alejado de la investigación (recuerden, imaginación y observación).
Otra vez se imponen las rencillas entre grupos para machacar que el sol gira
alrededor de la tierra o que el hombre es el responsable del cambio climático.
Y nos reímos
leyendo el capítulo de los molinos del Quijote: …que no
eran sino molinos de viento, y no lo podía ignorar sino quien llevase otros
tales en la cabeza.
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