La trampa maltusiana y la retórica ecologista

 La Revolución Francesa fue el principio del cambio de las monarquías absolutas por otras constitucionales y repúblicas al final del s. XVIII. El siglo de la Ilustración o de las Luces aportó material técnico y conocimiento humano que sirvieron de mecha a la Revolución.
   La destrucción del Antiguo Régimen hizo desaparecer los derechos señoriales, se igualaban los ciudadanos ante los impuestos, se castigaría la corrupción, se difundiría la ilustración por la educación universal, se liberarían las mujeres y esclavos. Era una promesa para el progreso indefinido.
  Tuvo la Revolución Francesa muchos seguidores dentro y fuera de Francia porque prometía prosperidad en un momento en que las estrecheces del pueblo se habían agudizado por las malas cosechas a finales de 1780.
   En 1798 aparece Un ensayo sobre el principio de la población, del inglés Thomas Robert Malthus, economista y científico social de los más famosos de todos los tiempos. En este libro, Malthus defendía la idea de que la sociedad humana, si no encuentra frenos que lo eviten, tiene tendencia a crecer de forma geométrica, mientras los alimentos crecerían en progresión aritmética. En una época de expansión, crecimiento y riqueza, el amigo Malthus se convirtió en el aguafiestas del progreso.
   La trascendencia del pensamiento maltusiano en la historia tiene un significado más amplio que el de la Revolución, pues fue un pensador que expresó de manera dramática un tema muy difundido entre los círculos progresistas de la intelectualidad: que la tendencia de la humanidad a aumentar en número y explotar la naturaleza acabaría destruyéndola.
   Doscientos años más tarde, en 2001, la revista de divulgación New Scientist advertía sobre la inminente catástrofe y cómo los humanos corremos el riesgo de “arrastrar a la humanidad al vertedero de la historia de la evolución”. De esta manera resume la revista su artículo “Autodestrucción”:
         “En los próximos 20 años (2020) la población se incrementará en 1500 millones de personas. Esta población necesitará comida, agua y electricidad, pero mientras nuestro suelo va desapareciendo, los recursos pesqueros se agotan, los pozos se secan,… se pone en peligro la vida de millones de personas. Estamos al borde de un cataclismo.”
Lo que Malthus inició en Un ensayo sobre el principio de la población, es la forma de entender el medio ambiente que impera actualmente, la Letanía que llama Bjorn Lomborg en su libro El ecologista escéptico:
         “Nuestros recursos se agotan. La población no para de crecer, reduciendo a su vez la cantidad de alimentos disponible. El aire y el agua están cada vez más contaminados. Los seres vivos que pueblan el planeta se extinguen por millares –estamos eliminando a más de 40.000 especies al año. Los bosques desaparecen, los recursos pesqueros disminuyen drásticamente y los arrecifes de coral se están muriendo.”
   Estoy seguro que cualquiera de Vds. habrá leído y oído en multitud de ocasiones algunos de los versículos de esta letanía. Vivimos en un mundo cuyos recursos naturales están limitados, pero la creencia de que lo estamos agotando sin remedio responde a una visión maltusiana, preindustrial, de nuestra sociedad. Y en esa trampa caen muchos que prefieren centrarse en las causas de la pobreza en vez de interesarse por el desarrollo que ha propiciado la riqueza en estos dos últimos siglos, como por ejemplo:
   -la mejora de los métodos de cultivo proporciona más alimentos
   -el crecimiento del comercio lleva los productos a recónditos lugares
   -los avances de la técnica industrial y la investigación mejora el rendimiento y propicia descubrimientos constantemente
   -el eficiente uso de la energía favorece las reservas
   -la reducción del tamaño de las familias a medida que cae la mortalidad infantil es una forma de autorregulación no programada
   -la acumulación del capital humano en la población cada vez más longeva y saludable es una constante de progreso
   Estos motores de riqueza, absolutamente espontáneos, es lo que ha permitido a algunas sociedades escapar de la maldición maltusiana.
   No es cierto que estemos acabando con la energía ni con los recursos naturales (USGS). Cada vez hay más alimentos per cápita para la población mundial (FAO, Banco Mundial). Cada vez hay menos gente que pasa hambre (USDA). En 1900 nuestra esperanza de vida era de 30 años; actualmente sobrepasa los 80 años. Según datos de Naciones Unidas, la pobreza se ha reducido más en los últimos 50 años que en los 500 anteriores.
   Muchas personas se suman legítimamente a la causa verde, pero las multinacionales del ecologismo, como Greenpeace, WWF/Adena, Ecologistas en acción  y otras organizaciones ecologistas poco o nada hacen en los países más pobres del planeta: allí necesitan más a Médicos sin fronteras.
   El mundo ni se agota, ni se empobrece, ni se seca y sigue aumentando su población, a pesar de las organizaciones ecologistas y de Malthus.

PD.- Guajiro es el agricultor, el hombre del campo cubano. La guajira es el canto campero. Los españoles dejamos nuestro arte allí durante más de 200 años, pero trajimos cante con toques americanos. Este tanguillo del piyayo es una muestra del cante tocado por el compás del tango guajiro.

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